viernes, 10 de noviembre de 2017

Setúbal, 49 años después...

Apertura Luis "Changui" Cáceres

Año 1968. Según cuenta el "Changui" Cáceres eran 33 muchachos (treinta varones y tres chicas), estudiantes radicales que, reunidos en ese lugar de Santa Fe se comprometieron a trabajar por elecciones libres y sin proscripciones. Esa confluencia, en tiempos del dictador Onganía (con los partidos políticos "disueltos") y del auge de los movimientos insurgentes armados, era casi una locura. Fueron el germen de lo que luego fue el llamado "alfonsinismo" que ellos denominaron Junta Coordinadora de la Juventud Radical que integrando el Movimiento de Renovación y Cambio, recuperó para el radicalismo la vocación de poder y, en 1983, fueron los protagonistas de la recuperación de las instituciones democráticas. 

El 5 y 6 de noviembre hubo un "nuevo Setúbal" con 451 protagonistas. Inquietos por la situación del país y del radicalismo debatieron siete horas el domingo y tres más el lunes. De esos debates surge el documento que reproduzco a continuación.

          
  
Los radicales somos la UCR.
 
La reconstrucción del radicalismo. 
Pensando en la Republica, salvemos el partido.
La historia reciente deja sus enseñanzas.

Los acuerdos fijados en el marco de los pronunciamientos del máximo organismo partidario, facilitaron el cierre de una etapa y la puesta en marcha de un nuevo clima republicano.

Medio millar de radicales de todas las provincias y CABA, reunidos en Setubal, asumimos ahora un nuevo desafío. Los hombres y mujeres del radicalismo hemos creado este ámbito de debate y reconstrucción porque las instituciones partidarias no habilitan hasta hoy la deliberación horizontal y democrática.

La pretensión de algunos sectores, propios y ajenos, de licuar el radicalismo en otros espacios, merece nuestro rechazo total.
  • Rechazo porque la pretensión de disolver el radicalismo es solo un proyecto suicida para la República que se esta recuperando.
  • Rechazo porque la identidad partidaria debe preservarse en todos los ámbitos de la representación institucional.
  • Rechazo porque una democracia con la UCR débil es una democracia frágil.
Por eso reafirmamos:
  • Nuestra identidad partidaria.
  • Nuestro compromiso con los desposeídos.
  • Nuestra demanda de políticas publicas que reparen la fragmentación social, instauren la justicia distributiva, defiendan a ultranza los derechos humanos, recuperen un camino consistente y ecuánime hacia el desarrollo económico e impulsen la integración latinoamericana.
  • Nuestra exigencia para que el próximo Comité Nacional exprese la identidad partidaria, reafirme la soberanía política del radicalismo, ponga en valor su independencia de criterios, recupere sus niveles de representatividad con la sociedad y establezca un dialogo constructivo con el gobierno.
  • Nuestra decisión de reclamar a la Honorable Convención Nacional un rol protagónico en la consecución de esos objetivos.
  • Nuestra convicción de que estamos asistiendo al comienzo de una nueva etapa para el radicalismo como factor de equilibrio garante del sistema político nacional y el reconocimiento a la necesidad consecuente de refuncionalizar su organización.
Una nueva etapa que debe estar caracterizada por
  • la recuperación de la militancia, 
  • la horizontalidad en la toma de las decisiones, 
  • la reconstruccion de los mecanismos de representación politica, desde abajo hacia arriba de esta herramienta fenomenal que la historia argentina nos ha dado y que estamos dispuestos a recuperar, preservar e impulsar para las próximas generaciones.
En esta dirección, quienes participamos de Setubal, hombres y mujeres radicales, nos ponemos en marcha, hoy, aquí y ahora, junto a sectores de nuestra militancia juvenil, universitaria, barrial, gremial y de los pueblos originarios, para consolidar este camino iniciado para recuperar la practica democrática interna, el debate de ideas y la formación política de las nuevas generaciones.

Orgullosos de nuestra historia, responsables con el presente y asumiendo el compromiso de transformar el futuro dándole continuidad al trabajo cotidiano y militante en cada región y distrito del país.

Como decía Lebensohn: doctrina para que nos entiendan, conducta para que nos crean.


Participación Juan Manuel "Cachi" Casella:




Participación Luis C. Aguirre:



Participación Sebastián Cáceres:







Participación Alejandro Burgueño:



Cierre de Luis "Changui" Cáceres:





miércoles, 6 de septiembre de 2017

¿Qué puede decirse de un 6 de septiembre en Argentina en 2017?


 ¿Qué puede decirse de un 6 de septiembre en Argentina en 2017?

Tal vez en aquel año de 1930, cuando todavía los autoritarismos populistas europeos no habían mostrado lo peor de su locura, es decir que los grupos de poder todavía no habían terminado de “ponerle fichas” a esos autoritarismos infames, de los que todavía no logramos liberarnos, no se pensaba en las consecuencias a largo plazo de lo que se gestaba.


Año 1930 en Argentina. Un grupo de autoritarios, a grupas del caballo de un general (de esos que no habían oído el silbido de una bala, al decir de Borges), expulsaron del poder a mucho más que un gran presidente, del mentor del voto popular libre y universal. Expulsaron la voluntad popular y la posibilidad de crecimiento de los derechos de los ciudadanos.

Montados sobre la moda ideológica de aquel tiempo y sobre los intereses amenazados de las petroleras extranjeras y los viejos “aristócratas” ganaderos del viejo “régimen falaz y descreído”, tomaron el poder.

La democracia siempre es imperfecta, tan imperfecta como sus actores (los humanos). Las imperfecciones de la democracia siempre se superan con más democracia, con mayor participación. No se acaba una enfermedad terminando con el enfermo.

Esa locura de terminar con la democracia para “poner orden” y “terminar con los males de la democracia” duró, con excepciones y cortos períodos de vigencia del sistema democrático, hasta 1983. Fue acentuando su locura y su cinismo hasta, luego de un baño de sangre interno que todavía no terminó de cerrarse, llevar al país a una guerra absurda (como todas las guerras).

Cuando los autoritarios, al servicio de las aves de rapiña del poder económico concentrado, seducen a los ciudadanos con su prédica de “eficiencia y orden”, expulsan a personas como Yrigoyen, expulsan la voluntad popular, expulsan el crecimiento social, el verdadero desarrollo económico, expulsan el futuro.

Ahora que, desde el futuro, vemos aquel 6 de septiembre de 1930, no podemos hacer otra cosa que indignarnos contra los que todavía siguen seducidos por los autoritarismos y los que, sobre los acentuados defectos del sistema democrático, siguen pensando en terminar con las enfermedades matando a los enfermos.

Una sociedad estable, previsible, con horizontes de crecimiento para todos sus miembros, no se construye descartando “al otro”. Se construye con todos. La sociedad tiene el deber de incluir a todos en su seno, no puede excluir a nadie. Tiene la obligación, a través de sus instituciones, de generar un lugar para cada uno (como individuos y como grupos). Un lugar que no sea un campo de concentración, un lugar con horizonte.

Todos tenemos que ser conscientes de esto. Todos tenemos que comprometernos con esto. Nunca las diferencias de ideas y de intereses pueden superar esta premisa.

Hoy el antiguo “régimen falaz y descreído” nos quiere poner ante una nueva opción equivocada que, si bien no pareciera pretender atentar contra el sistema democrático, puede llevárselo por delante junto con los derechos de los más débiles.

Con la excusa del “costo argentino” se pretende acabar con los derechos laborales, con la excusa de una presunta vetustez del sistema de partidos se busca (y se lo han logrado en los hechos) convertirlos (a los partidos) definitivamente un una instancia gerencial de “la gran empresa política”.

Es una responsabilidad de todos, saliendo de la falsa opción “cristinomauricia” que desvía la mirada de la realidad, retomar la creación política desde su célula básica, que son los partidos.

A ver si puedo hacerme entender: los partidos no deben ser (como se han convertido) en una federación de dirigentes y sus empleados. Deben ser una instancia de participación y promoción de todos los que piensan de manera similar, para generar opciones políticas y promover a quienes han de llevarlas a cabo, por medio de la voluntad de todos ciudadanos.

Este es el desafío del recuerdo actualizado de aquel 6 de septiembre de 1930. Haber dejado caer al sistema de partidos, con todos sus defectos y sus virtudes, en aquel tiempo, le ha costado a la Argentina muchos años de desencuentro y derramamiento de sangre.

Los que pretendemos seguir el legado de don Hipólito tenemos una gran responsabilidad en este sentido. Una responsabilidad que debemos contagiar a los demás ciudadanos. No nos hagamos los tontos buscando un carguito o una ventajita. Aquel 6 de septiembre nos interpela, sepamos ser dignos en nuestra respuesta.


Luis Carlos Aguirre