martes, 11 de octubre de 2016

HIPÓLITO YRIGOYEN


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 Hipólito Yrigoyen fue un personaje particular en la política argentina y, hasta donde he visto, en la política en general. Hace muchos años leí la historia del “presidente peregrino” de México, don Benito Juárez... creo que don Hipólito era de esa clase de personas.

Ha tenido actitudes y tomado decisiones que ahora, “con el diario del lunes”, nos parezcan equivocadas, pero su presencia en la evolución política de esta parte de América, es esencial. Sus misterios, sus giros lingüísticos, su parquedad son solamente el barniz exterior de una personalidad profunda.

La necesidad de que “los pueblos dejen de ser gobernados para comenzar a gobernarse” sigue estando presente en una Argentina en donde las instituciones de la democracia son, en muchos lugares (miren hoy por lo que se empieza a desnudar en Tucumán, como botón del muestrario) todavía “letra muerta”… ya ni se preocupan de mentírnoslas en las escuelas, directamente se las desconoce.

Funcionarios que se mofan de los derechos de sus conciudadanos y se jactan de su abuso de poder, de su enriquecimiento espurio y de su complicidad con el delito, siguen siendo “el régimen” contra el que luchaba Yrigoyen y que pretendía desterrar con la presencia real de la voluntad popular en la toma de decisiones.

Por eso, quienes adherimos desde las convicciones y desde las emociones, no podemos aceptar mansamente esta “rebañización” del partido que lo llevara a la presidencia hace cien años.

Hace treinta años uno de sus discípulos, don Raúl Alfonsín, aconsejaba a sus auditorios: “no sigan hombres, los hombres defeccionamos, sigan ideas…” En nombre de esas ideas no abandonemos en el olvido las luchas de don Hipólito.

Hoy el radicalismo es socio casi mudo del gobierno. Deberá empezar  a empujarlo a que, además del respeto de las instituciones (que no es poco), tome todas las iniciativas para que esta voluntad del pueblo que ha engendrado estas instituciones que deben ser sagradas, cumplan con su deber.

No puede aceptarse más que haya protección y complicidad con el delito. Que, por cuestiones presupuestarias, se disminuyan los beneficios de los mayores, decaiga el sistema educativo (se reduzcan servicios, se desactiven programas especiales, que tal vez deban ser mejorados) y todos los etcéteras que cada cual y cada sector conoce. Los derechos laborales son (ya desde la anterior administración) una burla porque el trabajo “en negro” y/o fuera de las mínimas normas está presente y quienes deben controlar su cumplimiento parece que siempre llegan tarde. También el trabajador que “reclama” pasa a ser un “vago” y pierde su puesto rápidamente.

Todos estos temas tienen que estar en la agenda de un radicalismo que no puede dedicarse solamente a ver qué porción de áreas de poder consigue para sus dirigentes… esa pugna natural no puede silenciar ni adormecer esta responsabilidad. Lo reclama la historia (que hoy nos recuerda la gesta de Yrigoyen) y, sobre todo, lo reclama el futuro…

(Como "bonus track" de este artículo, haciendo "click" se puede leer o "descargar" un interesante artículo del nº 2 de TODO ES HISTORIA sobre don Hipólito... léanlo, es interesante)

viernes, 7 de octubre de 2016

IDAS Y VENIDAS… CONTRADICCIONES Y PRINCIPIOS.

La Unión Cívica Radical ha sido y es un partido de conformación espontánea y horizontal. Ha tenido líderes carismáticos, excluyentes, como es del estilo de nuestra sociedad.

Desde 1889, en que lo que podríamos llamar “pre-radicalismo” comienza su gesta de “la causa contra el régimen” aglutinó dirigentes y militantes que, luego, con los años, fueron siguiendo otros rumbos o continuaron en un mismo sentido. Desde Juan B. Justo, que fuera el fundador del Socialismo Argentino, el mismo Mitre que luego acordara con Roca y armara un conservadurismo democrático (Unión Cívica Nacional) que, con el tiempo se diluyó. Hubo una notable diferencia entre tío y sobrino, Alem e Yrigoyen, luego de la Revolución de 1893 (“carrerito ingrato” fue la cariñosa queja de don Leandro contra su sobrino).  También está la presencia el inmenso santafesino don Lisandro de la Torre (fundador del Partido Demócrata Progresista y gran luchador contra la corrupción de los gobiernos de la década infame) que, luego de la muerte de Alem, se distancia definitivamente (duelo a sable mediante) de don Hipólito Yrigoyen y del radicalismo.

Es decir que el radicalismo, a lo largo de su más que centenaria vigencia,  tuvo diferencias y posiciones internas que, muchas veces generaron cismas y alejamientos de dirigentes. Muchos, de los más grandes, también recordarán los cismas del radicalismo mendocino con Carlos W. Lencinas en plena era yrigoyenista o de San Juan con Federico Cantoni y la creación del Partido Bloquista. Ni hablar de la U.C.R. Antipersonalista de los años veinte que buscaron armar un radicalismo sin Yrigoyen buscando el aval del presidente Alvear que, se hizo el distraído y nunca adhirió a esta aventura manteniéndose prescindente.

Otro párrafo merece el cisma de 1957 que derivó en la coexistencia y confrontación de dos radicalismos: Unión Cívica Radical del Pueblo y Unión Cívica Radical Intransigente. Peleados dos dirigentes de peso como Ricardo Balbín y Arturo Frondizi  (que fue presidente con apoyo peronista entre 1958 y 1962) no solamente por las candidaturas sino por la posición frente al peronismo proscripto. Ambos radicalismos generaron grandes hombres como Arturo U. Illia (U.C.R.P.) (presidente entre 1963-66), Oscar Alende (U.C.R.I.) gobernador de Buenos Aires y luego Anselmo Marini (U.C.R.P.) también gobernador de Buenos Aires. Frondizi terminó formando otro partido con Rogelio Frigerio, el M.I.D (Movimiento de Integración y Desarrollo) y Oscar Alende, al no poder continuar con la sigla UCRI, fundó el Partido Intransigente que llegó a tener un importante protagonismo en los años 80…

Después de la crisis de 2001 cuando el gobierno del acuerdo entre el Radicalismo y el frente FRE.PA.SO. (la Alianza) ,(una frente de justicialistas contrarios al menemismo, grupos de izquierda, desprendimientos del viejo Partido Comunista, etc., muchos de los cuales participaron luego del gobierno de Kirshner y Fernández), el radicalismo como organización política sufrió todas las consecuencias de las contradicciones y debilidades de aquel gobierno. No viene al caso analizarlas, porque no es el tema de estas reflexiones.

Primero se cerró sobre sí mismo con una participación electoral simbólica, sabiendo que el electorado iba a castigar severamente al radicalismo… pero hubo dirigentes que pusieron el pecho y asumieron esas “cargas” de ser candidatos para perder muy lejos. Entre esos dirigentes podemos recordar a Leopoldo Moreau que asumió una candidatura presidencia que, se sabía a todas luces, era un símbolo y nada más. Junto a Mario Losada, un leal y generoso dirigente misionero, anduvo por debajo del 3 %.

En esa misma elección otros radicales emigraron y fueron candidatos por otro lado. Elisa Carrió con un partido propio y Melchor Posse en un acuerdo con el peronista Rodíguez Saa son un ejemplo.

En esa misma elección el radicalismo llevó como candidata a gobernador de Buenos Aires a Margarita Stolbizer que, dentro de la caída partidaria, logró un resultado digno, quedando en cuarto lugar.

También en la elección presidencial siguiente, un ex gobernador radical de Mendoza (Julio Cobos), compartió la fórmula con la Dra. Cristina Fernández… luego, cuando el gobierno al que se había sumado, abandonando al radicalismo, se cansó de ningunearlo, se convirtió en “un héroe” con su “voto no positivo” en la cuestión de las retenciones al agro. Allí le perdonaron sus culpas y lo convirtieron en una especie de “gran espada” de un radicalismo que seguía perdido, sin encontrar los mapas en la “Guía T”.  Solamente pensando en las encuestas.

¿Adónde quiero ir? Miren quisiera hablar de la cancha de Atlanta y siento un fuerte dolor de estómago, una mezcla de desazón y angustia. ¿Cómo podemos explicar que militantes preclaros y decididos como Leopoldo Moreau o Eduardo Santín, con quienes compartimos años de lucha común, a quienes aprecio personalmente,  ahora estén en una posición como ésta?

Entiendo que no compartan el acuerdo del radicalismo con el Pro. Yo tampoco lo comparto. Entiendo que se hayan ido del partido… como lo hicieron otros que, aún reivindicándose radicales, anidaron en diferentes listas del peronismo. No entiendo el “ergo”… el “entonces”. Porque el gobierno de los doce años ha ensuciado las banderas populares para su propio beneficio. Y no beneficios electorales (que ya estaría mal) sino beneficios económicos grotescos y descarados. Y eso es lo que no se les puede perdonar.

El actual es un gobierno conservador, no me cabe duda, con el radicalismo como “socio menor”. Le he robado una frase a un importante dirigente: “lo mejor de este gobierno es que no es el otro”. Pero el anterior ha sido más conservador, porque en su soberbia y corrupción ha manchado las causas populares, las embarró y generó una sociedad quebrada, de “amigos-enemigos” y de una pobreza cristalizada en muchos sectores de la sociedad de la que será muy difícil salir. Esto sin mencionar la terrible presencia del narcotráfico y la trata de personas emparentada con los organismos que debieran combatirlas… asociarse con el diablo es complicado porque siempre hace cumplir el contrato.

Tengo muchos amigos que adhieren al gobierno anterior, lo verán en el listado de mi “Facebook”.  A muchos los quiero personalmente y, sobre todo, hemos compartido años de militancia a favor de las causas populares. Esa historia respalda nuestra amistad y afecto y deja las posiciones políticas en su dimensión. Sé que todos ellos son buenas personas, son honestos y no se han enriquecido en la función pública. A ellos mi respeto y cariño incondicional. De las ideas ya discutiremos y, se verá, que no diferimos tanto.

Por esto, amigos de la concurrencia a la cancha de Atlanta, quiero pedirles que piensen de nuevo la decisión que tomaron. Hay que reconstruir un radicalismo popular, progresista y luchador… pero eso no se hace yéndose con “los otros”. Con las otras fuerzas deberemos compartir objetivos comunes, la defensa de la democracia y de los derechos humanos… pero nada más.

Si hay que hacer acuerdos, pensemos en los que piensan parecido y no en cómo “miden” las encuestas. Porque ciertas “medidas” no se sostienen sumando chorizos con bandas de música.


Queda mucho por hacer y lo deberán hacer los más jóvenes. Los grandes, además de dar consejos, no nos olvidemos de dar ejemplos, que son los argumentos que más oyen los pibes.

Luis Carlos Aguirre

martes, 4 de octubre de 2016

ALVEAR


Don Marcelo Torcuato de Alvear era nieto del general Carlos María de Alvear, amigo (y luego ex amigo de San Martín). Hijo de Don Torcuato de Alvear, intendente de la ciudad de Buenos Aires.

Don Marcelo se acercó a la Unión Cívica de la Juventud en 1889, fue parte de la Unión Cívica, luego de la Unión Cívica Radical y, luego de la revolución de 1893 se vinculó a Don Hipólito Yrigoyen y fue una figura crucial en al Revolución Radical de 1905.

De una entereza y valentía admirables, como era costumbre en los hombres políticos de aquellos años.

Los que admiramos a Yrigoyen le tomamos antipatía a Alvear porque, durante su gobierno (que fue excelente en muchos sentidos, aunque "galerita", como decía don Hipólito) ninguneó al viejo líder. Sin embargo no se metió en la sucesión y, si bien muchos de los suyos armaron un radicalismo "antipersonalista" en contra de Yrigoyen, él nunca se comprometió con eso.

Luego del golpe del 6 de septiembre de 1930, en el que él no tuvo participación, fue de los que rodearon a Yrigoyen. Estuvo preso por pretender organizar la resistencia al "régimen" que había vuelto con toda energía y con una inocultable adhesión a las ideas autoritarias que reinaban en Europa (el fascismo italiano y el nazismo alemán).

Cuando don Hipólito se encontraba en el lecho de muerte, el 3 de julio de 1933, pidió que "ayudaran a Marcelo" a reorganizar el radicalismo para enfrentar un esquema autoritario del que todavía, a principios del nuevo siglo, no podemos librarnos.

Don Marcelo hizo lo que pudo. Algunos yrigoyenistas, sobre todo jóvenes, no le tenían confianza y lo hostigaron. Sin embargo buscó luchar hasta su muerte, contra el fraude y la corrupción de aquel tiempo. En eso terminó de gastar su fortuna (había sido uno de los hombres más ricos de la Argentina de entonces). Le quedó una quinta en Don Torcuato, en donde murió y vivió su admirable esposa  (Regina Pacini) hasta su muerte (Su historia de amor merecen un relato especial porque ha sido maravilloso).

Hoy veo que se pretende rescatar la figura de don Marcelo como para justificar el giro conservador del radicalismo. Es un error ideológico. Los giros conservadores del radicalismo no tienen que ver con Alvear. Su gobierno fue ordenado y progresista. Por su puesto que, en el sentido que podía serlo en 1922, con un liberalismo laicista pero con absoluto respeto por la soberanía nacional y el respeto por los derechos individuales. No le pidamos que haya sido un gobierno "revolucionario", no lo era ni pretendía serlo. Pero fue bueno y progresista. Los conservadores vieron en él alguien más "simpático" que Yrigoyen (que también era estanciero...) por ser "de su clase", un representante de "la aristocracia del barrio"... pero nada más.

Yo rescato y valoro toda la etapa heroica de Alvear. Como gobernante fue progresista y honesto y como líder del radicalismo fue valiente y combativo. No lo mezclemos con otra cosa...

El radicalismo, mal que le pese a muchos, es un partido de origen popular con ideas progresistas y nacionales. Como toda organización humana es falible y contradictorio. Falible y contradictorio como los amigos que creen que el peronismo es “de izquierda”. Tan falible y contradictorio como quienes hoy, so pretexto de erradicar una variante del populismo, participan de un gobierno que es, a todas luces, conservador.

No dudo de la buena fe de los que se han comprometido en esta gestión, a muchos los conozco personalmente y sé de su honestidad y buenas intenciones. Deseo que puedan hacer las cosas lo mejor posible. Pero tengo claro que este es un gobierno conservador del que solamente espero que respete las garantías republicanas, la vigencia de los derechos de los más débiles y la independencia de la justicia. No espero otra cosa... y ya es bastante.


Luis Carlos Aguirre

(Debo reconocer que esta visión de Alvear la he acuñado gracias a un querido dirigente radical de José C. Paz, Francisco "Coco" Benemio, quien me hizo ver, desde su yirigoyenismo, la esencia de la personalidad de este grande del radicalismo).