domingo, 11 de marzo de 2012

Recordando a don Raúl...




El 12 de marzo puede ser una oportunidad de recordar a don Raúl Alfonsín. Recordar su cumpleaños sin él presente parece no tener sentido más que para sus seres queridos. Para el resto podría esperarse una fecha que, incluyendo su protagonismo, nos ayude a ver su legado político y ético.


Podría pensarse en el 10 de diciembre. Esa fecha que, siendo presidente electo, determinó para asumir sus funciones es todo un mensaje. En el momento de tomar la decisión fue un símbolo, el primer (o tal vez el segundo) "mazazo" al poder de facto que pretendía condicionar la consolidación institucional de la república. Haber elegido el día internacional de los Derechos Humanos fue un desafío y un programa de acción, mal que les pese a los que aún pretenden ponerlo en duda.



Pero se da la oportunidad de plantearlo en esta fecha, en que vemos una "forma de ejercer el poder" bastante alejada del estilo de don Raúl, más allá de no poner en duda en absoluto la legitimidad de origen que tienen las actuales autoridades.

 Lo importante de los hechos y actitudes del pasado es que nos sirvan para entender y reorientar el presente.

En un trabajo realizado en 1989  para los estudiantes secundarios, subido a este "blog”, repasamos las propuestas electorales del radicalismo para las elecciones de 1983. En una síntesis de cien puntos podían resumirse las propuestas y fue muy sencillo para quienes militábamos en aquel tiempo, recorrerlas y analizarlas. Remito a ese modesto trabajo para el recuento general de su paso por el gobierno[u1] . Pero su presencia en el Poder Ejecutivo Nacional fue mucho más que eso.

Un "estilo" de ejercer el poder y de plantear la cuestión política. Antes de asumir ofreció a su principal contrincante en las elecciones, el Dr. Luder, a presidir la Corte. En la representación institucional como en las cuestiones políticas, siempre buscó la integración y la unidad nacional. El mentado "tercer movimiento histórico" que fuera planteado en aquel momento, no pretendía armar un "supra-partido" sino poner por delante los temas esenciales de la nación para que, cualquiera fuese quien ejerciera el poder, esos temas estuvieran por delante. Las miserias humanas no permitieron que esas propuestas se afianzaran. Quienes solamente están pensando en el poder como plataforma para sus pequeñas ambiciones lo impidieron.


Sin embargo don Raúl no se dio por vencido. En la primera oportunidad, cuando el presidente que estaba en el poder necesitaba modificar el texto constitucional para ser reelecto, aprovechó para legar a la institucionalidad un "proyecto de acción" que se plasmó (con imperfecciones, por supuesto) en la Constitución de 1994. No vamos a enumerarlos aquí. Tome cada cual el texto y analícelo... hay mucho para construir a partir de él. Mucho para comprometerse y luchar.

 El gran gesto de don Raúl fue el de integración, dejando afuera la idea de "ajuricidad", es decir de burlar las normas, de convertir los derechos y deberes consagrados en las leyes en papeles mudos, en letras escritas en alguna lengua muerta del pasado. No debemos tomarlo así. Son un horizonte, un programa de lucha para el presente.

 La unidad en la diversidad, el respeto por el otro aunque piense diferente, el respeto por las leyes, la búsqueda de cambios sociales y políticos que promuevan el bienestar general y garanticen la dignidad de los individuos y de los grupos sociales por sobre los grupos de poder de facto.

Lograr una sociedad integrada, en que el Estado promueva la nivelación de las desigualdades y garantice los derechos y obligue a los deberes de todos. Parece una definición de manual escolar, pero ha de ser el principal objetivo de todo gobernante de todos los niveles (desde un modesto Concejo Deliberante hasta la Presidencia de la Nación). También ha de ser un “lema” de todos los ciudadanos desde la más tierna edad.

 Esta lógica de “amigo-enemigo”, de “vamos por todo” que se ha impuesto, genera una violencia conceptual innecesaria y, lo que es peor, dañina para las instituciones y para el pueblo en general. Pensar una sociedad en que solamente estén “los amigos” y los demás “afuera” (o “abajo…”) es una lógica de patoteros, así nada se puede construir que sea duradero. La sociedad hay que construirla con todos, no puede “eliminarse” al que piensa diferente (ni siquiera hoy se considera al que puede “pensar parecido”).

Creer que la legitimidad obtenida por los resultados electorales genera impunidad para subirse a las leyes y las instituciones, manipulándolas  en beneficio propio y de “los amigos” es una tentación en la que han caído quienes ejercen el poder en los últimos tiempos.

Esto, como se ha dicho, genera una violencia latente que en cualquier momento y por la razón más nimia, explota y se lleva en la explosión a todos… Es la invitación a los nostálgicos de las dictaduras.

La sencillez republicana y la ética han de recuperarse con urgencia. Es lo que distingue a las sociedades serias, las que basan el progreso en el esfuerzo y hacen que los gobernantes sean un emergente sano de su pueblo, sin importar demasiado sus nombres o su personalidad, respetuosos de las normas y de sus conciudadanos.

Recordar a don Raúl, como a todas las grandes personalidades, no debe ser un ejercicio de nostalgia sino una oportunidad para ver en su legado y en su conducta un desafío para el presente.

Es imprescindible pensar una actitud nueva que supere este festival de corrupción y soberbia que ningún porcentaje electoral puede justificar.

Tal vez no sea oportuno decir estas cosas, pero me parece que es imprescindible.




 [u1]“Bosquejo histórico de la Unión Cívica Radical”